Aunque parezca extraño, la nostalgia en la cocina aparece en todo momento. Cada vez que damos de comer con amor y cariño estamos generando emociones y recuerdos que quedarán en la memoria de aquellos que comieron. ¿Quién no tiene el recuerdo del mejor postre de la abuela, los canelones de mamá, o alguna receta que viene dando vueltas en la familia hace ya muchas generaciones? Y cada vez que volvemos a disfrutar esos platos, un hermoso sentimiento de nostalgia aflora en cada bocado, incluso el aroma recién horneado de un tiempo pasado puede remover recuerdos guardados en el olvido.
La nostalgia más frecuente es aquella que nos conecta con la infancia; esos sabores y preparaciones que vagamente recordamos, pero que sí asociamos a personas queridas y momentos plenos. O también la añoranza de ingredientes que hoy no se consiguen o que han cambiado; si vivimos lejos, son nuestras comidas típicas las que nos hacen vivir esa nostalgia.
¿Qué tal si estos días de nostalgias, revivimos alguna receta guardada? Vale la pena, el tiempo y el esfuerzo.
Aquellas recetas se basaban en productos locales, de temporada y orgánicos, conceptos tan en boga en nuestros días. Entonces no existía la posibilidad de comer tomates en pleno invierno o cocinar con frutas traídas de destinos exóticos. Se cocinaba todos los días con productos frescos, de estación y desde cero, aprovechando al máximo los alimentos: prácticas culinarias dignas de aplicar.
Es importante y necesario no sólo conservar, sino difundir aquellas viejas comidas que tan bien nos hacen, que son parte de quienes somos hoy como personas y comunidad.